¿Pueden los sistemas sanitarios evitar el tráfico de órganos?






Se calcula que alrededor de 10.000 trasplantes (el 8% de los trasplantes que se realizan cada año en el mundo) se realizan bajo alguna forma de comercialización, aunque en la práctica se desconoce su alcance real. Los pacientes ricos que viven en países con insuficiencia de órganos viajan en busca de un trasplante a otros lugares donde la legislación contra la compra-venta de órganos es inexistente o tiene grandes lagunas. Los donantes vivos, generalmente viven en países pobres y frecuentemente son víctimas de explotación y coerción, convirtiéndose en la fuente más frecuente de órganos para el turismo de trasplante.

El tráfico de órganos a menudo está relacionado con el crimen organizado internacional, que se aprovecha de la pobreza y vulnerabilidad de los donantes, que surgen en el contexto de la incapacidad de los países para hacer frente a las necesidades de órganos de sus pacientes. Se trata de un negocio que explota a las personas más pobres del planeta, pudiendo generar unos beneficios ilegales que superan los 1.200 millones de dólares cada año.

No es ética ni moralmente tolerable impulsar una propuesta de incentivos o comercialización de órganos y tejidos humanos. Aun conociendo la existencia de lucro en el proceso intermedio, entre el donante y el receptor, obtenido por las casas farmacéuticas, transporte, preservación, tecnología, etc., la liberalización de un mercado de órganos se sumaría a los procesos de desigualdades e inequidades ya existentes en los sistemas de salud con un enfoque de mercado. Se trata de un problema de justicia, de equidad. Si las necesidades de salud de los ciudadanos estuvieran cubiertas, no existiría la posibilidad de que se hicieran ofertas irresistibles de dinero a cambio de órganos.

A través de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) nuestro país participa desde hace tiempo en numerosas iniciativas internacionales para combatir lo que se ha considerado como una nueva forma de esclavitud: la Declaración de Estambul, la Resolución de Madrid de la OMS, y el Convenio de Santiago de Compostela contra el tráfico de órganos. La represión del tráfico ilegal de órganos refuerza una lucha que tiene muchos frentes abiertos, en los que los profesionales y los sistemas sanitarios tenemos un papel clave.  Esto es así en la lucha contra el tráfico de órganos y contra el turismo de trasplante. La exportación del modelo español de trasplantes a otros países, especialmente del continente americano (más próximos culturalmente a nosotros), probablemente sea una de las mejores herramientas para acabar con esta lacra.

El sistema de donación y trasplantes no puede ser un elemento aislado dentro del sistema sanitario según Rafael Matesanz, fundador de la ONT, sino que forma una parte muy importante del mismo y refleja sus virtudes y sus carencias. De hecho, refleja el grado de atención sanitaria que recibe la población, y el grado de cohesión y solidaridad de la sociedad

Por tanto, se requiere la combinación de procedimientos de actuación clínica así como de gestión sanitaria, dentro un Sistema Nacional de Salud, de cobertura universal y con unas altas prestaciones sanitarias. Por muchas medidas de coordinación o de gestión que se hagan, es muy difícil convencer a la mayoría de la gente de que done sus órganos si previamente no se le asegura que él o sus familiares los podrían recibir igualmente en caso de necesidad sin que barreras raciales o económicas se interpongan. Lógicamente esto se produce en el marco de unas condiciones de desarrollo económicas y sociales mínimas. Es en este contexto donde se desarrollarían programas de trasplantes eficientes, con posibilidad de evitar el tráfico de órganos.

Desarrollo social, desarrollo de sistemas nacionales de salud, y desarrollo de programas de donación y trasplante: esta es la secuencia que podría hacer desaparecer el tráfico de órganos en el futuro.



Esperemos que un trasplante nos permita seguir escuchándote…




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